Un enorme arco,
color amarillo, anunciaba la bienvenida a San
Juan, Teotihuacán. De repente me di cuenta, que aunque quisiera regresar a
mi casa, no podría hacerlo sola. Ese lugar era muy lejano.
Entramos al
estacionamiento, y dejamos el coche en un lugar que parecía muy seguro.
Caminamos hacia la avenida y comenzó el ring,
ring de un celular.
—¿Quién es, amor? —preguntó Miriam.
—Es mi primo, dice que ya compró los boletos. Nos está esperando
en la entrada del jaripeo —respondió
Mario.
Nos dirigimos hacia la feria y entre tanto polvo, pudimos llegar al
enorme terreno. No puedo olvidar esa imagen. Parecía como salido de una revista
de modelos. No era amor a primera vista, pero si encanto a primera vista.
Sorprendentemente nos dirigíamos hacia él. Una sonrisa de fascinación invadía
mi rostro. ¿Por qué una chamarra de piel en color hueso, una camisa color uva
abotonada a medio pecho y un pantalón
negro entallado, me provocaban tantas sensaciones?
—Hola. Se tardaron mucho —dijo
él.
—Pues es que está muy lejos, pero ya estamos aquí —dijo Iván.
Se saludaron muy
efusivamente. Tenían mucho tiempo de no verse. El último saludo fue para mí.
—Hola.
—Hola —respondí
tímidamente.
—Ella es mi prima —intervino
Miriam.
—Y ¿por qué no me habías dicho que tenías una prima? —preguntó él.
—¡Miriam! ¿Por qué no le habías dicho? —contesté yo.
—Mucho gusto. Soy Adrián. ¿Cómo te llamas?
Me fue inevitable reír. Las coincidencias comenzaban.
—Mi nombre es Adriana —respondí.
—¡No! ¿De verdad? ¿Te estás burlando de mí? —preguntó
muy sonriente.
—¡Claro que no! Así se llama. Y déjala en paz, no empieces de
golfo —comentó Iván.
—Basta de tanta platica. Ya hay que entrar —sugirió Mario.
Nos formamos y
tuvimos que pasar por un filtro de seguridad. Había mucha gente y todos en una
sola voz coreando: Ahora te llamaras
gloria, lo tienes bien merecido. No puedo olvidar lo que escuche de esa
canción.
Logramos
asentarnos en un buen lugar. Desde ahí la vista hacia el escenario era muy
buena. Dos six de cervezas y un Buchanan's formaron parte de nuestro
entretenimiento.
—¿Quieres bailar? —me preguntó Adrián.
—No sé bailar —respondí.
—Es muy fácil, además es música romántica y solo se trata de mantenerse
abrazados y dar vueltas.
—Ok. La idea me gusta. Bailemos.
Todo iba perfectamente, hasta que comenzó a sonar mi celular. Me la
estaba pasando muy bien que no me di cuenta de la hora. Ya era casi la 1:45 am.
No podía terminar la noche en ese momento. Tenía que idear un plan para hacer
de ese momento algo más duradero.
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