Este blog forma parte del proyecto narrativo "Cuéntalo Todo", bajo la dirección del maestro Sandro Cohen dentro de la materia de Redacción Universitaria del Departamento de Humanidades, División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Mi travesía



La noche de ayer fue excelente, aunque el día no había empezado tan bien. Tenía mucha tarea y el día anterior había discutido con Fabián. Me sentía muy triste. Miriam, mi prima, me llamó y me invitó a dar una vuelta a la feria de San Mateo, una colonia cercana. No estaba muy convencida, pero opté por ir a divertirme.

¿Con quién iremos? —le pregunté.

Con mi novio y su primo. Paso por ti a las nueve —respondió y colgó.

Pasé un buen rato acostada en la cama, me levanté y me dirigí al baño. Esa tarde puse un especial interés en mi arreglo. Me planché el pelo y me puse mi mejor chamarra. Algo en mi interior me decía que sería una noche sensacional.

Después de una larga espera, llegó el momento. Sonó el claxon del lindo coche rojo de Mario, mi primo (así llamado por ser el novio de mi prima). Desde la ventana vi que bajaron tres personas. Tocaron el timbre y salí corriendo a atender la puerta.

¡Mami, ya me voy! —grité desde el patio.

Ok. Te quiero de vuelta a media noche —respondió desde la puerta.

Estando en el coche, me presentaron a Iván. Era un chico muy agradable. Todo iba muy bien hasta que Mario tomó un camino diferente.

¿Adónde vamos? San Mateo es hacia allá —dije muy alarmada.

Miriam, ¿No le dijiste adónde vamos? —preguntó Mario.

Claro, pero… ahora yo también quiero saber ¿Adónde vamos? —respondió Miriam.

Ah, pues, vamos a San Juan. Está muy cerca. Tenemos boletos para ver a Joan Sebastian intervino Iván.

¡Joan Sebastian! —exclamamos mi prima y yo al mismo tiempo.

No sean nenas, regresaremos temprano. Ni vayan a empezar de fresas, les va a gustar esa música —respondió Mario.

Llevábamos más de 40 minutos de camino y tal parecía que faltaba mucho más. Nadie decía nada, hasta que el silencio se vio interrumpido por mí: “¿Ya merito?”, seguido de una risa muy discreta. La respuesta que obtuve fue un asentamiento con la cabeza. Me resigné y traté de relajarme. Durante todo el camino no se podía apreciar mucho, pues era la autopista. Solo se veían algunos árboles, letreros y automóviles. Pasaron otros 20 minutos. Hasta que giré la cabeza y vi lo que parecían pirámides. Inmediatamente pensé ¡Teotihuacán!. Eso no era posible. Quizás era una alucinación mía. No podíamos estar tan lejos de mi casa…

 

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