Veinte llamadas pérdidas no eran
motivo suficiente para dejar de hacer lo que me parecía maravilloso. Opté por
apagar el celular. Comenzó el momento de los besos y traté de evitarlo, pero no
pude. Esos hermosos, carnosos y exquisitos labios me incitaban a comérmelos.
El baile había terminado. Alguien
comentó que ya eran casi las tres de la madrugada. Nadie estaba en condiciones
de manejar, por la autopista, así que no podíamos volver inmediatamente. Ya no
importaba la hora que fuera, pues algo era seguro; el regaño sería muy severo y
lo más probable era que no me dejaran salir en mucho tiempo. Y la reacción que tendría Fabián, por no contestar y por lo
que estaba haciendo. Ninguna culpa me invadía, ni la idea de tener novio me
preocupaba. Mario sugirió que fuéramos al campo de futbol que estaba a un lado
del panteón. Entramos a un Oxxo que
se encontraba en el camino para comprar más alcohol y otras cosas.
Recuerdo que hacía mucho frío.
La luna fue un perfecto testigo de lo que pasó esa noche. Al principio éramos
cuatro, y para ese momento seis. Nadie estaba solo. Cuando llegamos al sitio,
nos bajamos del auto y cada pareja encontró su “lugar”. Después de un largo
rato de estar ahí, a lo lejos se escuchó un escalofriante gemido que nos frisó
la piel. Particularmente me llenó de miedo. Inmediatamente corrimos al coche.
No teníamos la menor idea de lo que podía ser. Dirigimos la vista hacia la
barda del panteón. Una mujer vestida de blanco entraba. Parecía que flotaba,
era algo inexplicable y a la vez imposible. No podíamos hablar ni movernos ni
dejar de mirarla. Cuando la perdimos de vista inmediatamente subimos al coche y
nos fuimos del lugar.
— ¿Acaso era la Llorona? —preguntó Mario.— ¡No lo sé! —respondió Iván.
— ¡Vámonos de aquí, por favor! —gritó Miriam.
Nadie más pudo decir algo. Yo
seguía en shock. Aquellos brazos que
en un principio me habían brindado protección, ahora no me quitaban ni el frío.
Dejamos a Adrián en su casa.
Que horrible fue la despedida; yo no quería dejarlo y él no quería que me
fuera. No podía soltarlo ni quería dejar de besarlo, pero no podíamos hacer
nada más. Era el momento de volver pues ya casi amanecía.
Ha sido una de las mejores
experiencias en mi vida. No sé qué va a pasar. No quiero hacer planes. Quizás
lo mejor es olvidarlo. Muchas veces es mejor dejar lo que pasó en donde pasó…